Filosofía

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SISTEMA PREVENTIVO EN LA EDUCACIÓN DE LA JUVENTUD
(San Juan Bosco)

En qué consiste el Sistema Preventivo, y por qué debe preferirse

Dos sistemas se han  usado en todos los tiempos para educar a la juventud: el preventivo y el represivo.

El represivo consiste en dar a conocer las leyes a los súbditos, y vigilar después para conocer a los transgresores y aplicarles, cuando sea necesario, el correspondiente castigo. Basándose en este sistema, la palabra y la mirada del superior deben ser en todo momento, más que severas, amenazadoras. El mismo superior debe evitar toda familiaridad con los subordinados.

El director, para aumentar su autoridad, debe dejarse ver raras veces de los que de él dependen, y, por lo general, sólo cuando se trate de imponer castigos o de amenazar.

Este sistema es fácil, poco trabajoso y sirve principalmente para el ejército y, en general para los adultos juiciosos, en condición de saber y recordar las leyes y prescripciones.

Diverso, y casi diré opuesto, es el sistema preventivo. Consiste en dar a conocer las prescripciones y reglamentos de un instituto y vigilar después de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo vigilante del director o de los asistentes, los cuales, como padres amorosos, hablen, sirvan de guía en toda circunstancia, den consejos y corrijan con amabilidad; que es como decir: consiste en poner a los niños en la imposibilidad de faltar.

Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo violento y procura alejar aun los suaves.

El sistema preventivo parece preferible por las razones siguientes:

  1. El alumno, avisado según este sistema, no queda avergonzado por las faltas cometidas, como acaece cuando se las refieren al superior. No se enfada por la corrección que le hacen ni por los castigos con que le amenazan, o que tal vez le imponen; porque éste va acompañado siempre de un aviso amistoso y preventivo, que lo hace razonable, y termina, ordinariamente, por ganarle de tal manera el corazón, que él mismo comprende la necesidad del castigo y casi lo desea.
  2. La razón más fundamental es la ligereza infantil, por la cual fácilmente se olvidan los niños de las reglas disciplinarias y de los castigos con que van sancionadas. A esta ligereza se debe que sea, a menudo, culpable el jovencito de una falta y merecedor de un castigo al que no había nunca prestado atención y del que no se acordaba en el momento de cometer la falta; y ciertamente no la habría cometido si una voz amiga se lo hubiese advertido.
  3. El sistema represivo puede impedir un desorden, mas con dificultad puede hacer mejores a los que delinquen. Se ha observado que los alumnos no se olvidan de los castigos que se les han dado; y que, por lo general, conservan rencor, acompañado del deseo de sacudir el yugo de la autoridad y aun de tomar venganza. Parece a veces que hacen caso omiso; mas quien sigue sus pasos sabe muy bien cuán terribles son las reminiscencias de la juventud; y cómo olvidan fácilmente los castigos que les imponen los padres, mas, con mucha dificultad, los que les imponen los maestros. Algunos ha habido que después se vengaron brutalmente de castigos que les dieron cuando se educaban. El sistema preventivo, por el contrario, gana al alumno, el cual ve en el asistente a un bienhechor que le avisa, desea hacerle bueno y librarle de sinsabores, de castigos y de la deshonra.
  4. El sistema preventivo dispone y persuade de tal modo al alumno, que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea cuando se educa, ya después, hablarle con el lenguaje del amor. Conquistado el corazón del discípulo, el educador puede ejercer sobre él gran influencia y avisarle, aconsejarle y corregirle, aun después de colocado en empleos, en cargos y en ocupaciones comerciales.

Por estas y otras razones, parece debe prevalecer el sistema preventivo sobre el represivo.

Aplicaciones del Sistema Preventivo

La práctica de este sistema está apoyada en las palabras de San Pablo: La caridad es benigna y paciente… Todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo (1 Cor 13,4.7).

Por consiguiente, solamente el cristiano puede practicar con éxito el sistema preventivo: Razón y religión son los medios de que ha de valerse continuamente el educador, enseñándolos y practicándolos si desea ser obedecido y alcanzar su fin.

  1. El director debe, en consecuencia, vivir consagrado a sus educandos y no aceptar nunca ocupaciones que le alejen de su cargo; aún más: ha de encontrarse siempre con sus alumnos de no impedírselo graves ocupaciones, a no ser que estén por otros debidamente asistidos.
  2. Los maestros, los jefes de taller y los asistentes han de ser de acrisolada moralidad. Procuren evitar, como la peste, toda clase de aficiones o amistades particulares con los alumnos, y recuerden que el desliz de uno solo puede comprometer a un instituto educativo. Los alumnos no han de estar nunca solos. Siempre que sea posible, los asistentes han de llegar antes que los alumnos a los sitios donde tengan que reunirse, y estar con ellos hasta que vayan otros a sustituirlos en la asistencia; no los dejen nunca desocupados.
  3. Debe darse a los alumnos amplia libertad de saltar, correr y gritar a su gusto. La gimnasia, la música, la declamación, el teatro, los paseos, son medios eficacísimos para conseguir la disciplina y favorecer la moralidad y la salud. Procúrese únicamente que la materia de los entretenimientos, las personas que intervienen y las conversaciones que sostengan, no sean vituperables. Haced lo que queráis, decía el gran amigo de la juventud San Felipe Neri; a mí me basta con que no cometáis pecados.
  4. La confesión y comunión frecuente y la misa diaria son las columnas que deben sostener el edificio educativo del cual se quieran tener alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos, pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse ellos. Con ocasión de los ejercicios espirituales, triduos, novenas, pláticas y catequesis, póngase de manifiesto la belleza, sublimidad y santidad de una religión que ofrece medios tan fáciles, como son los santos sacramentos, y a la vez tan útiles para la sociedad civil, para la tranquilidad del corazón y para la salvación de las almas. Así quedarán los niños espontáneamente prendados de estas prácticas de piedad y las frecuentarán de buena gana y con placer y fruto1.
  5. Debe vigilarse con el mayor cuidado por que no entren en una casa de educación compañeros, libros o personas que tengan malas palabras. Un buen portero es un tesoro para una casa de educación.
  6. Terminadas las oraciones de la noche, el director, o quien haga sus veces, diga siempre algunas afectuosas palabras en público a los alumnos antes de que vayan a dormir, para avisarles o aconsejarles sobre lo que han de hacer o evitar. Sáquense avisos o consejos de lo ocurrido durante el día, dentro o fuera del colegio; y no dure la plática más de dos o tres minutos. En ella está la clave de la moralidad y de la buena marcha y éxito de la educación. [En este párrafo quedan descritas las clásicas «buenas noches» salesianas]
  7. Téngase como pestilencial la opinión de retardar la primera comunión hasta una edad harto crecida, cuando, por lo general, el demonio se ha posesionado del corazón del jovencito con incalculable daño de su inocencia. Según la disciplina de la Iglesia primitiva, solían darse a los niños las hostias consagradas que sobraban de la comunión pascual. Esto nos hace conocer lo mucho que desea la Iglesia sean admitidos pronto los niños a la primera comunión. Cuando un niño sabe distinguir entre Pan y pan y revela suficientemente instrucción, no se mire la edad: entre el Soberano Celestial a reinar en su bendita alma.

1 Un ministro de Inglaterra, visitando un colegio de Turín, fue conducido a una amplia sala donde estudiaban unos 500 jóvenes. Fue grande su maravilla cuando observó tan gran multitud de chicos en perfecto silencio y sin asistentes. Se maravilló aún más al saber que a lo largo del año no se había registrado ninguna palabra que distrajera, ningún motivo para infligir ni amenazar ningún castigo.

– ¿Cómo es posible obtener tanto silencio y tanta disciplina?, preguntó. Díganmelo. Y vos – añadió al secretario – tomad nota de cuanto se diga.
– Señor, respondió el director del centro, el medio que usamos nosotros, no pueden usarlo ustedes.
– ¿Por qué?
– Son arcanos revelados solamente a los católicos.
– ¿Cuáles son?
– La frecuente confesión y comunión, y la misa diaria bien oída.
– Tiene usted razón, nos faltan estos medios de educación. ¿No pueden ser suplidos por otros?
– Si no se usan estos recursos religiosos, hay que recurrir a las amenazas y al palo.
– Tiene usted razón. Tiene razón. O religión o palo; lo contaré en Londres.

Utilidad del Sistema Preventivo

Tal vez diga alguno que es difícil este sistema en la práctica; a lo que respondo que para los alumnos es bastante más fácil, agradable y ventajoso. Para los educadores encierra, eso sí, algunas dificultades, que disminuirán ciertamente si se entregan por entero a su misión. El educador es una persona consagrada al bien de sus discípulos, por lo que debe estar pronto a soportar cualquier contratiempo o fatiga con tal de conseguir el fin que se propone; a saber: la educación moral,  intelectual y ciudadana de sus alumnos.

A las ventajas del sistema preventivo arriba expuestas se añaden a aquí estas otras:

  1. El alumno tendrá siempre gran respeto a su educador; recordará complacido la dirección de él recibida y considerará en todo tiempo a sus maestros y superiores como padres y hermanos suyos. Dondequiera que van alumnos así educados, son, por lo general, consuelo de las familias, útiles ciudadanos y buenos cristianos.
  2. Cualquiera que sea el carácter, la índole y el estado moral de un jovencito al entrar en el colegio, los padres pueden vivir seguros de que su hijo no empeorará su conducta, antes mejorará. Muchos jovencitos que fueron por largo tiempo tormento de sus padres y hasta expulsados de correccionales, tratados según estos principios, cambiaron de manera de ser; se dieron a una vida cristiana, ocupan ahora en la sociedad honrosos puestos y son apoyo de la familia  y ornamento del lugar donde viven.

Los alumnos maleados que, por casualidad, entraren en un colegio, no pueden dañar a sus compañeros, ni los niños buenos pueden ser perjudicados por ellos; porque no habrá ni tiempo, ni ocasión, ni lugar a propósito; pues el asistente, a quien suponemos siempre con los niños, pondría enseguida el remedio.

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